Hace cosa de una semana, mientras estaba comiendo junto a mi familia y a la vez que veíamos las noticias, pasó algo que jamás creía que vería, y es que el presentador empezó a hablar de una noticia sobre la violación de una menor, con discapacidad mental, por parte de unos jóvenes en un autobús de Marruecos ante la inactiva mirada del resto de los pasajeros, a la vez que estos grababan todo con su teléfono. Decir que me parece correcto que se difunda tamaña aberración para denunciar la situación en la que viven las mujeres a diario en nuestro país vecino, pues para eso se supone que está el periodismo; ahora bien, el problema y lo que me ha animado a escribir este escrito es lo que vino luego.
Lo que pasó queridos lectores es que el presentador dio paso con total naturalidad al vídeo (pixelado) que los mismos jóvenes habían grabado de la mujer siendo violada, imaginaos la cara que se me quedó cuando vi semejante horror ante mi, pues por mucho pixel que pusiera, eso no quita la violencia intrínseca que se podía percibir; simplemente con escuchar los gritos angustiados de la chica ya era suficiente para que te entraran ganas de vomitar y hasta de llorar ante la falta de humanidad que se reflejaba en el video. Tras recuperarme del shock que supuso ver una violación real en la tv en pleno horario infantil me puse a reflexionar sobre el profundo asco que aun sentía dentro de mi; me puse a tratar de entender como coño alguien ha permitido que ese vídeo se emita en unos informativos y aun peor, por qué nadie decía nada en ningún sitio.
La reflexión a la que llegué fue que esta sociedad tan inteligente y avanzada que es occidente en el siglo XXI, está perdiendo los últimos ápices de humanidad que aun le quedaban; si no cómo se explica que se emitan ese tipo de contenidos y nadie alce la voz en contra de los que permiten y promueven eso. Pues yo creo que es porque todos somos cómplices, pues hace mucho tiempo que el periodismo dejo de vender noticias y empezó a vender morbo porque vio que una parte de la sociedad no solo lo aceptaba, sino que lo demandaba. Algunos dirán que hay que enseñar todo para así poder retratar la realidad, y yo les diré que se equivocan; si quieres mostrar la realidad en Siria enseña la destrucción de Alepo después de un bombardeo, no muestres como un yihadista le vuela la cabeza a un civil o como una bomba estalla y mata a diez personas en el acto; si quieres hablar del yihadismo en Francia no te dediques a sacar primeros planos de los muertos en las calles o de los familiares velándolos; y si quieres narrar lo ocurrido en Barcelona no emitas imágenes de una furgoneta segando vidas a lo largo de La Rambla. En definitiva, no confundamos periodismo con sensacionalismo, amarillismo y morbo, ya no solo por una cuestión de nuestra propia dignidad como seres humanos, si no por el respeto que las victimas merecen.